Conozco a alguien que usaba los cardiogramas como guirnaldas de cumpleaños. Pero se murió. Del corazón, obvio. Gran tipo. Pero nada que ver con mi tío Ed. Ese no se muere. Se lo olvida, por eso le puso alarma y gps. Qué fenómeno el tío. Ahora juega ajedrez en la rambla de Barkir, con otros viejos: Jonás, Atilio Orestes Lafinur y un tal Julio, que trabaja en los ómnibus.
Con visión profunda se llega a esa región donde la línea que más rectitud muestra no es más que peñascos, abismos, niágaras que irradian volteretas de placer.
2 comentarios:
Conozco a alguien que usaba los cardiogramas como guirnaldas de cumpleaños. Pero se murió. Del corazón, obvio.
Gran tipo. Pero nada que ver con mi tío Ed. Ese no se muere. Se lo olvida, por eso le puso alarma y gps. Qué fenómeno el tío.
Ahora juega ajedrez en la rambla de Barkir, con otros viejos: Jonás, Atilio Orestes Lafinur y un tal Julio, que trabaja en los ómnibus.
Con visión profunda se llega a esa región donde la línea que más rectitud muestra no es más que peñascos, abismos, niágaras que irradian volteretas de placer.
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