viernes, julio 22, 2005

otro objeto inerte

Miro cómo dan vuelta, una y otra vez, siempre igual, las agujas del reloj. No lo detengo. Me causa gracia, tal vez también un poco de compasión y lástima, pero un poco nomás. Y siguen girando. En cambio, los almohadones, el techo, la silla, las paredes, el vaso, la mancha de humedad, siguen ahí en su sitio, estáticos, llenos de vida. Parecen cumplir una función, aunque sea ornamental. Ahí están, yo los miro, los observo, y ellos responden. No hay apuro, todos seguimos igual. ¿Se preguntarán ellos para qué los humanos inventamos el tiempo? No lo creo. Seguramente lo disfruten más así, sin ansiedad, sin insomnio, sin pastillas para dormir, sin úlceras gástricas.

Esta noche intenté convertirme en algo así como ellos, para no sentir más el paso del tiempo y para poder moverme yo, por mi propia cuenta. Y creo que hasta cierto punto lo logré. Quisiera otro día –aunque esto suene ahora muy estúpido- pasar más horas así tirado desnudo en el piso de mi habitación, en silencio, contemplando la totalidad de eso que en otro día he llamado nada o aburrimiento. Y qué llena que está ahora. Y lo contemplo. Todas estas cosas con las que convivo pero con las que jamás converso, a las que siempre ignoro por estar más ocupado (¿ocupado?), como si ellas no fueran más que objetos inertes. ¿Acaso nosotros no lo somos también?

3 comentarios:

galgata dijo...

Una vez escribí para un trabajo de publicidad en el colegio: ¿Falta de tiempo? Bote sus relojes, se alimenta de él... jajaja
Al final la verdadera perspectiva no existe.

Fer dijo...

¿Y si fuese al revés? ¿Y si fuésemos nosotros un invento de los relojes para su regocijo, por el mero placer de vernos desgastar?

Ligustrino Campana dijo...

Pero incluso el movimiento es una ilusión. Si el trayecto de una línea está compuesto por infinitos puntos, ningún tiempo sería suficiente para recorrerlos todos. Eso lo dijo Zenón. A veces pienso que es sólo un juego de palabras.